Se trata de una receta casera para preparar crema de calabaza. Después de haberla podido disfrutar recientemente (aunque eso sí, con dos pequeñas variaciones, al utilizar leche y queso vegetales) quiero compartirla desde aquí para todo aquel a quién pueda interesarle probarla:
“La calabaza es una hortaliza despreciada por mucha gente –dijo mi hermano mientras cortaba la parte superior de una de estas cucurbitáceas con casi tres kilos de peso-. ¿Ves? La calabaza misma va a servirnos de sopera. Esto será la tapa. Quita tú todas las semillas y filamentos. Toma esta cuchara. Hazlo con cuidado, hasta que dejes limpia la pulpa. ¡Vale! Eres un buen ayudante. Ahora llenamos la calabaza con una capa de estos dados de pan tostado y encima le ponemos otra capa de queso gruyére rallado; otra de pan y otra de queso; otra y otra… No, ya no pongas más. No hay que llenarla hasta el borde. Sazona la crema de leche con sal. ¡Vale! Ahora pimienta de molinillo. A tu gusto. Y una pizca de nuez moscada. Parfait!, cómo diría el maestro de Collonges. Dame la crema de leche para verterla en la calabaza, sobre el queso y el pan rallado. ¿Ves qué fácil? La metemos en el horno –mira a ver si está ya a 165 grados- y dentro de dos horas te maravillarás cuando la pulpa de la calabaza se funda en tu boca con un sabor sorprendente y exquisito. Lo único que hay que hacer durante esas dos horas de cocción es remover de cuando en cuando, pero muy ligeramente, para facilitar la emulsión y la untuosidad de la crema. Si alguna vez la remueves tú, no te olvides de volver a cubrir la calabaza con su propia tapa.”
Con un poco de paciencia podemos obtener un plato delicioso. ¡Mucha suerte!